Príamo
PRÍAMO
En el ciclo homérico, Príamo es el rey de Troya, padre de
todos los príncipes troyanos y principal artífice de la resistencia de la
ciudad contra los ataques de los griegos. Como dirigente de los troyanos, tiene
un papel esencial en el desarrollo del conflicto. Homero presenta a Príamo como
un anciano orgulloso por su cargo pero tierno y compasivo en lo que respecta a
su familia, y especialmente a sus hijos.
Al ser ya un anciano con las fuerzas mermadas, Príamo no pudo participar en primera línea de los combates una vez estalló la guerra. Su papel fue el del soberano que anima a su pueblo a resistir mientras gobierna desde la seguridad que le proporcionan las enormes murallas de Troya. Príamo delegó en su hijo Héctor la comandancia de las tropas troyanas, mientras se reservaba para él mismo todas las decisiones políticas.
A pesar de todo, Príamo fue viendo cómo sus hijos caían uno
tras otro a manos de los héroes aqueos. El momento de mayor sufrimiento para
Príamo llegó cuando Aquiles mató a Héctor en represalia por la muerte de su amado
Patroclo. Aquiles enganchó el cuerpo de Héctor a su carro y dio siete vueltos
alrededor de las murallas de Troya para mutilar su cadáver ante la vista de su
desesperado padre.
Príamo, destrozado por el dolor, decidió acudir en persona
al campamento de los mirmidones para suplicar a Aquiles que le devolviera el
cadáver de su hijo. Disfrazado como un campesino, salió de Troya conduciendo un
carromato y se dirigió al lugar donde los griegos tenían su asentamiento
fortificado. Gracias a la ayuda del dios Hermes, que adormeció a los guardias
que vigilaban las puertas, Príamo logró llegar a la tienda de campaña de
Aquiles, y, una vez ante el héroe, se abrazó a sus rodillas y le suplicó que le
permitiera dar a una digna sepultura. Aquiles se apiadó del anciano y le
entregó el cuerpo de Héctor, por lo que el rey pudo regresar a Troya y realizar
unos funerales apropiados para su hijo mayor.
Cuando los griegos fingieron abandonar las costas de Troya,
Príamo ordenó abrir las puertas de la ciudad para que todo el pueblo pudiera
ver el presente que los aqueos habían dejado antes de su marcha: un enorme
caballo de madera. Algunos, como el sacerdote Laooconte, advirtieron del
peligro que suponía aquel sospechoso regalo, pero Príamo ignoró sus palabras y
decidió introducir el caballo en el interior de Troya para ofrecerlo a sus
dioses en una fiesta. Algunos autores dicen que tuvieron que derribar parte de
la muralla para que el enorme caballo pudiera entrar en la ciudad, dejando
Troya desprotegida ante sus enemigos.
Aquella noche, cuando los troyanos, ebrios tras horas de
fiesta, se echaron a dormir, los griegos salieron del interior del caballo y,
tras abrir las puertas al resto del ejército, que acababa de desembarcar,
iniciaron la matanza. Príamo, en un último acto de desesperación, intentó tomar
las armas para defender a sus súbditos, pero su esposa Hécuba le convenció de
la inutilidad de su acción y le llevó con ella hasta un altar de Zeus. En aquel
lugar le encontró Neoptólemo, el hijo de Aquiles, que, haciendo oídos sordos a
la súplica del anciano y violando la sacralidad del lugar, le dio muerte con su
espada.
Tras la caída de Troya, todos los descendientes masculinos
de Príamo fueron asesinados por los aqueos, que querían acabar con la estirpe
de la casa real troyana. El pequeño Astianacte, hijo de Héctor, fue arrojado
desde lo alto de las murallas. De entre los nietos de Príamo, únicamente el
pequeño Ascanio, hijo de Eneas y Creusa, consiguió escapar de matanza, llevando
consigo un legado que perduraría en sus descendientes y llegaría hasta Roma por
medio de Rómulo y Remo.
Comentarios
Publicar un comentario